Un hogar sólido y la anulación del tiempo

“La vida está hecha de pedazos absurdos de tiempo”
Elena Garro – Testimonios sobre Mariana
“El solitario mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas. Todo es ocasión para reunirse. Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y celebrar con festejos y ceremonias hombres y acontecimientos”
Octavio Paz – Todos Santos, Día de Muertos
Este breve ensayo habla del tiempo y de sus posibilidades, de la extrañeza que se transforma en idea fantástica al imaginarlo más allá de un algo, que se mueve en línea recta y en una sola dirección. Es el absurdo que produce pensar en las imposibilidades del tiempo, y particularmente la extrañeza que se presenta en la obra Un hogar sólido de la mexicana Elena Garro.
Si tuviéramos que dar una característica para describir en nuestro tiempo el mundo, posiblemente muchos pensamientos se inundarían con el concepto de globalización y con él, el imaginario de compartir las mismas cosas; como si de un único mundo se tratara, como si los procesos económicos, sociales, tecnológicos y culturales fueran los mismos; como si se compartieran las raíces de la cultura y las preocupaciones, las obligaciones y los sufrimientos; y de alguna manera compartiéramos las mismas formas estéticas, las mismas formas del absurdo.
Si bien la cultura en nuestros tiempos permean las formas artísticas sin respetar fronteras, las razones que impulsan estas formas pertenecen sin duda a universos diferentes. En el siglo XX, la innegable influencia de la Guerra en Europa, devastadora no solo de los territorios, sino aún más letal en la destrucción de la frágil estructura que sostiene la trama cultural de las sociedades; la identidad. Nos mostró un universo en el que el absurdo reina sobre cualquier forma de razón, en él, lo vivido simplemente en muchos casos es innombrable y en otros tantos no queda más, que rechazar todo orden tanto social como cultural. Esas influencias de Europa sin duda marcaron derroteros en las preocupaciones tan particulares de los países latinoamericanos, en medio de las ideas medievales y de la abrumadora modernidad, enfrentados a nuevas formas de colonización, de control social, y a un crisol de culturas, muchas de ellas llegadas de diferentes continentes desde los tiempos de la colonia europea, y otros recién llegados huyendo de las bombas y del exterminio.
Las características particulares que han denotado una suerte de imbricación cultural, y que algunos autores desde la antropología como Fernando Ortiz Fernández (1940), han llamado transculturización, a través de este fenómeno intenta explicar cómo las formas estéticas propias e independientes, adquieren la habilidad de absorber de manera selectiva las formas artísticas de otras culturas, adaptándolas para sí.
Este fenómeno transforma en nuevas y extrañas manifestaciones las preocupaciones de los pueblos del nuevo continente, donde se mezclan elementos políticos y sociales, con situaciones que en muchos casos pasan por representaciones fantásticas; formas que son a los ojos de muchos absurdas, por su carácter incomprensible, místico, mágico o sobrenatural.
Estas nuevas formas estéticas tan reconocidas en el mundo como el fenómeno del Boom Latinoamericano, también tocaron el universo teatral. En el marco de esta revolución cultural, Elena Garro renovó el teatro en México en los años cincuenta. El dramaturgo Víctor Hugo Rascón Banda, definió así a la escritora y su quehacer escénico: «Única, inquietante, original, perturbadora, Elena Garro rompió con el teatro costumbrista y creó un teatro moderno que se adelantó a su tiempo. Innovadora, inauguró un estilo, el realismo mágico en el teatro, un tono y unas atmósferas que ningún otro dramaturgo ha logrado».
Margo Glantz en un artículo titulado Los enigmas de Elena Garro, en la revista Anales de Literatura Hispanoamericana, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, nos introduce a la biografía de Elena en la siguiente forma:
Elena Garro nació en Puebla, ¿en 1916 o en 1917? y murió en 1998 en Cuernavaca. Hizo estudios de letras y danza y en 1937 contrajo matrimonio con Octavio Paz con quien asistió al Congreso de Valencia ese mismo año, viaje que reseñó en su libro Memorias de España 1937 (1992). Fue periodista en México y los Estados Unidos y en 1954 empezó a trabajar como guionista de cine, luego, escribió magníficas obras de teatro para «Poesía en voz alta» —movimiento teatral y poético encabezado por el propio Octavio Paz, Juan José Arreola, Juan Soriano…—, publicadas bajo el título de Un hogar solido y otras piezas (1958); en 1963 se editó su novela más famosa y perfecta, Los recuerdos del porvenir precursora de muchos otros libros que acabarían agrupándose debajo de la etiqueta del realismo mágico, y donde se mezcla de manera curiosa lo fantástico y lo político (Glantz, 1999).
En Un hogar sólido, el gran protagonista es el tiempo, que se deslimita en un absurdo fantástico. Un tiempo regido no por los convencionalismos occidentales que le muestran como una dimensión física por la cual apreciamos el cambio del mundo, no visto como una forma de medida; este protagonista es un tiempo despojado de fronteras, donde irrumpen la vigilia y lo onírico, lo cotidiano y el mundo del más allá, un tiempo donde se entrecruza el pasado con el presente y se vislumbra el futuro conformando un solo tiempo, que resulta ser a su vez todos los tiempos, que se anulan entre sí, para mostrarnos qué es la eternidad. Por esta razón, no sorprende que la obra se encuentre presente en la Antología de la literatura fantástica, compilada por Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y, Silvina Ocampo.
La obra que se recrea en un solo acto, se presenta al interior de una habitación de techos y paredes de piedra, sin puertas ni ventanas, es el interior de una cripta. La historia de una familia que desde el otro lado de sus tumbas, esperan la llegada de Lidia, último miembro que falta por morir. Allí los siete personajes iniciales esperan de forma natural y sin alarmarse, aceptando su condición en la muerte, son consientes de todo lo sucede en su interior y en su entorno, la cripta es su hogar.
Desde un universo surrealista y carnavalesco, los personajes cuentan sus historias en las que se entremezclan los tiempos y las experiencias tanto de la vida como de la muerte, recordarán los amores imposibles y, los infiernos circulares, sufrirán el recuerdo de las batallas y ese oscuro encanto del azul suicida, mientras al otro lado donde el tiempo sigue corriendo sin la percepción de su existencia, irremediablemente la vida continúa.
Allí, en el universo que habitan, donde el tiempo son todos los tiempos como en el Aleph de Borges, se nos presenta ese instante que son todos los instantes: “En ese instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia. Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es” (Borges, 2011, p. 205). Los habitantes de Un hogar Sólido descubren como aprender a ser todas las cosas, todas en el mismo instante, el tiempo se confunde, se anula al leerse en ambas direcciones y de aquello solo queda la eternidad, en efecto como lo indica Borges la única forma de narrarlo es de forma sucesiva, por ello existen los tiempos y las edades de los personajes, sus transformaciones que los han convertido en lo que fueron y que ahora son, es un hecho fantástico que solo es apreciable mediante la existencia del tiempo.
Cada uno de los personajes ha muerto en un tiempo distante al de los demás, Clemente de sesenta años, Doña Gertrudis de cuarenta, Mamá Jesusita de ochenta, Catalina de cinco, Vicente Mejía con veintitrés, Muni de veintiocho, Eva con veinte y Lidia de treinta y dos años, han vivido en diferentes épocas, sus vidas constituidas de hechos solo apreciables mediante la existencia del tiempo, pero al abandonar la vida, comparten ahora el mismo instante, las distancias son solo interpretadas como escenas surrealistas que fácilmente se confunden con lo onírico, es el caso de Eva al responderle a Muni por el deseo de vivir en su casa: “También yo, Muni, hijo mío, quería un hogar sólido. Tanto que el mar lo golpeara todas las noches ¡bum!, ¡bum!, y él se riera con la risa de mi padre, llena de peces y de redes”(Borges, Bioy Casares, & Ocampo, 2012, p. 186); el mar golpeando un hogar y que al hacerlo se riera con sonidos de peces y de redes, en un instante se entremezclan un conjunto de deseos que solo podría entenderse en el absurdo escenario surrealista del sueño o de la alucinación, según Borges, esta es una característica que se le atribuye a algunos elementos de lo fantástico, «el instante en que la realidad y la alucinación se confunden»; así lo manifestó en su conferencia sobre la literatura fantástica de 1967.
La posibilidad de ser todas las cosas es también una característica de lo fantástico, los personajes no tienen reparo alguno, ni lo consideran imposible ser «una ola salpicada de sal, convertida en nube» y de allí pasar a ser «el pino y la escalera y el fuego» o a la «¡centella que se hunde en el mar negro!», en su universo, estos fenómenos que parecen absurdos vistos desde nuestro mundo, pueden generar confusión a los recién llegados, así se lo expresa Clemente al recibir a Lidia: “No le cuenten eso, la van a asustar. Da miedo aprender a ser todas las cosas” (2012, p. 187). Comparten un universo donde el tiempo no existe y por ende la eternidad es el entorno que les permite atravesar todas las posibilidades, ser en ambos lados del tiempo, en la eternidad: «todo los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos», en si, son dueños de su propio Aleph.
Pero quizá las palabras de Vicente en el final de la pieza es una de las que mayor extrañeza producen, “[…] Soy el viento. El viento que abre todas las puertas que no abrí, que sube en remolino las escaleras que nunca subí, que corre por las calles nuevas para mi uniforme de oficial y levanta las faldas de las hermosas desconocidas… ¡Ah, frescura!” (2012, p. 188). Son las imposibilidades del tiempo y sus contradicciones, se hacen elemento que todo lo puede, en un presente y futuro, pero que es incapaz de emplear porque su razón de ser se encuentra en un tiempo pasado.
Produce igual extrañeza escuchar a Clemente. Decir: “Ah, la lluvia sobre el agua!” porque no es la lluvia que cae o que impacta, es la que simplemente esta sobre ella, pero que no importaría el que estuviera bajo ella, porque aquí la relación que parece absurda se sustrae de nuestro mundo físico regido por el tiempo y la gravedad. Así el final de la obra integra a los personajes con su universo metafísico, todos desaparecen y son reintegrados a su universo. Vicente al escuchar el toque de queda del cuartel cercano al cementerio se aleja para ser el viento, Clemente desaparece para ser la lluvia sobre el agua, Gertrudis será leño en llamas, Muni el aullido de un perro, Catalina el juego de nueve niños que comen en una mesa, Mamá Jesusita el cogollito fresco de una lechuga, Eva centella que se hunde en el mar negro, Lidia un hogar sólido y las losas de su tumba.
Se advierte en al obra un ambiente del realismo mágico o del mágico maravilloso. A este aspecto Emmanuel Carballo dice del teatro de Elena Garro: «Rompe con el teatro costumbrista, con el teatro propagandístico, con el teatro que ha bajado el realismo a entendederas del público burgués y con el teatro mimético que reproduce sin genio las innovaciones escénicas de vanguardia. Es realista, pero su realismo va más allá de la descripción de las costumbres y el análisis psicológico de los personajes». “El suyo es un realismo mágico, próximo al cuento de hadas y la narración terrorífica. Un realismo que anula tiempo y espacio, que salta de la lógica del absurdo, de la vigilia al sueño pasando por la ensoñación. Mira al hombre y al mundo con la experiencia del adulto y la inocencia del niño”.(Carballo, 1989, p.506). No solo se trata de formas estéticas vanguardistas, hablamos de las contradicciones maravillosas que se desprecian desde la rápida vida de lo moderno, hablamos de las preocupaciones que sobreviven al mundo, aquellas tradiciones que se resisten a ser olvidadas; la muerte es un elemento presente en la cultura latinoamericana y de gran importancia en la mexicana, no es la muerte que se establece en el final de la nada, es la que se hace fuerte y prevalece en la eternidad.
Referencias
Borges, J. L. (2011). El aleph. Bogot: Debolsillo.
Borges, J. L., Bioy Casares, A., & Ocampo, S. (2012). Antología de la literatura fantástica (Random House Mondadori). Colombia: Sudamericana.
Glantz, M. (1999). Los enigmas de Elena Garro. Anales de Literatura Hispanoamericana, 28, 681–697.
Carballo, E, (1986). Protagonistas de la literatura mexicana, SEP-Lecturas Mexicanas, México.
Jimmy Efraín Morales Roa (junio 2016)