Cleonice Nannetti (Nena)
Los cuentos infantiles en Colombia de principios del siglo XX componen una de las evidencias más importantes del trabajo de las escritoras en el país, hace parte del creciente impulso que las letras femeninas dieron a la literatura desde diferentes frentes, más allá de los géneros tradicionales, se involucraron en los suplementos literarios de los diarios y en las crónicas de una época convulsionada.
El trabajo desde las regiones es fundamental para determinar las condiciones particulares de la periferia, teniendo en cuenta que desde nuestros inicios la nación se consolido como una república centralista, lo que ha hecho desde entonces que el acceso a los productos culturales este concentrado en el centro del país y en las grandes ciudades.
Lo que hace de Cleonice particularmente interesante en primera instancia es su procedencia, nació en Popayán, al sur del país, desde donde se logra consolidar como una de las primeras escritoras reconocidas como cuentista infantil. Cabe aquí resaltar como dato importante de su obra, que los personajes de sus cuentos son niños y niñas, quienes expresan las situaciones de la realidad que viven, no son los cuentos fantásticos, ni los que llevan a soñar quienes nunca han tenido necesidades, por el contrarío, nos hablan desde la voz contenida por la vida misma, aquella que sufre angustias y temores.
Para acercarnos un poco más a la obra de la cuentista, abordaremos aquí el cuento Nena, una narración corta que se divide en cinco apartados.
La primera parte describe los rasgos físicos de Nena, los cuales nos muestra el estereotipo de belleza de la época, con un marcado fenotipo europeo se describe como que “tenía los rizos rubios y un par de ojos suaves que parecían dos violetas abiertas. La abuela la llamaba «mi sol» ; el abuelo, «la reina»”, Ya desde la edad media se había determinado los rasgos de belleza femenina, los cuales pueden ser encontrados desde el Libro del buen amor, aquí se describe a la niña con las características propias del ideal de belleza que se conservaría entrando el siglo XX por la aristocracia europea, por ello no sorprende que se le llame reina, como tampoco es de extrañar que de los cuentos que recuerda al despertar sean aquellos donde existen enanos, gnomos y piedras preciosas, los cuales pertenecen a la tradición de los cuentos infantiles europeos.
Sabemos de la Nena, que pertenece a un mundo acomodado, en su celebración de cumpleaños es vestida por criadas, quienes le proyectan un ideal de celebración propio del mundo de las hadas, este conjunto de descripciones hacen parte de la segunda parte del cuento: “dispuesta con un traje rosa esponjado y ligero que le daba el aspecto de estar metida dentro de una flor”.
La tercera parte del relato, explota las características del carnaval, que se mezcla con la celebración del cumpleaños para dar un aire de inocencia, la Nena, ya por naturaleza, pertenece a un mundo que al parecer no logra distinguir elementos de bien o maldad, en sí todas las representaciones de este contexto no poseen forma de invertirles, hacen parte del mismo campo semántico, su representaciones no se asocian a conceptos de moral, así lo denota la “expresión angelical de los rojos Mefistófeles”, no existe una carga negativa en la expresión, por el contrario, tanto como los niños solo se proyecta estadios de absoluta inocencia.
Aunque la postura de los asistentes no es del todo inocente, los disfraces si son una representación aunque al parecer ajena, no desconocida ni distante. En la cuarta parte del relato, el canto del niño del ciego, o lazarillo, nuestra la condición de pobreza, el destino le ha llevado a ser el hijo del ciego, y por ende, la pobreza le invade. No podemos determinar si este lazarillo, es en realidad un niño disfrazado de tal, o en verdad lo es, aquí cabe una mayor posibilidad en la segunda opción, lo que por un lado mostraría un carácter incluyente, o uno de la condición estrechamente relacionada con la misericordia cristiana. Se cual fuera la condición, es el apartado más desgarrador y triste del cuento, no deja de ser en extremo conmovedor la descripción: “Era el hijo del ciego, el niño pobre y aturdido en medio de una fiesta… Su alma toda sollozaba en la música, en la música leve y blanca”.
El relato termina con la entrega de un presente especial al mejor disfraz de la fiesta, aquí Nena, toma una postura característica del rol femenino en la sociedad de la época, toma el juguete que se eleva como un niño y lo abraza como si de su madre se tratase, al mismo tiempo que experimenta los sentimientos propios de protección, la muestra maternal se ve reflejada en la expresión: “Lo estrechó como una mujer a su hijo y una pena dura como un golpe le partió el corazón”, no solo es la sensación materna, es el dolor que se siente al tener que entregarlo a un extraño, a otro ser que posiblemente no sabrá apreciarlo, posteriormente comienza a evaluar los diferentes disfraces que en si son representaciones de personajes de la sociedad.
Nena, es en si la representación maternal de quien debe entregar a sus hijos, la representación inocente del amor materno, que no puede entregar a su hijo a ninguna fuerza como la militar, o eclesiástica, tampoco política, al final cada una de las fuerzas de la sociedad se comportan como imagina lo haría el lazarillo pobre, quien sin dudarlo lo vendería o cambiaría por dinero. Es claro que todas las fuerzas de la sociedad toman lo más amado , se apoderan y negocian. Esto como representación del valor que pueden dar los ciudadanos, y al sacrificio que pueden tener con su sociedad.
Así la narración es una historia infantil en la que se pone de manifiesto el valor máximo del amor materno, y como este es el sacrificio más grande al estregarse a los diferentes estadios sociales.
Jimmy Efraín Morales Roa(noviembre – 2016)