Una mirada paranoica sobre Asterión
El método paranoico-crítico es sin duda uno de los elementos más útiles para comprender las dinámicas surrealistas del siglo XX, el método permitió generar nuevas dimensiones de lo cotidiano, enigmatizar, por así decirlo, lo que hasta entonces simplemente se apreciaba en una forma algo superficial.
En el interés por un objeto o por un elemento que se encontraba en nuestra realidad, llevándolo a ser una necesidad paranoica, donde su existencia parece no estar limitada al carácter de las fuerzas y dimensiones físicas que inicialmente le dieron forma, lleva a que el elemento por que se obsesiona trascienda los diferentes espacios tanto físicos como de la conciencia.
La interacción con el método, requiere de la obsesión con la obra, pero este tipo de relación no se puede simplemente ejercer por un simple acto de voluntad, se requiere que el elemento sea significativo, y eso implica que su valor no solo esta en la mente de quién desea obsesionarse con ella, esta en alguna medida mediada por el interés general que despierta en el tiempo con múltiples personas de diferentes intereses y épocas.
Para adentrarse en el método, se debe partir de una falacia, y es pensar que en efecto el interés de la obra desborda el universo en el cual fue creada, es una falacia, porque no podemos presuponer que el autor de la obra determinará un universo más allá del que compone la obra. Se asume inicialmente que es falso, que la dimensión de la obra es la propuesta por el autor, y que si la observamos de forma persistente, esta nos mostrará el camino a otros espacios donde habita, a otros universos a los cuales pertenece.
Para ejemplarizar tomaremos como referente el cuento de Borges La casa de Asteríon. Si bien el cuento tiene un universo claramente definido por Borges, leerla y vivirla en mayor detalle, lleva a pensar que su interior esta impregnado de mensajes ocultos, que sobrepasan la interpretación del lector promedio.
Sin duda la extrañeza de la obra es primordial para poder obsesionarse con ella, el tema del laberinto la convierte en un referente incluso arquetípico, ya que todas las formas laberínticas presentes en el mundo, podrían tener alguna relación con Asterión, son laberintos las ciudades modernas, las formas de los deltas de los ríos, e incluso la toma de decisiones humanas no deja de parecerle, la vida de los seres humanos que en tantas ocasiones vemos reflejadas en la literatura pasa de ser una variante circular, a la espiral, o en otras palabras a la variable extrema del laberinto.
La vida como tal es un ejemplo de laberinto, las decisiones que se toman marcan una ruta en su interior, que lleva a finales inesperados.
El contexto en el que se encuentra Asterión y por supuesto Dédalo, el creador del laberinto, nos muestra la encrucijada del destino, que incluso llega a compararse con los recorridos infernales de Dante.
El laberinto esta en todas partes donde la condición humana exista, obsesionarse con la idea de un laberinto permanente es una alegoría a la vida misma. Y así como el laberinto existe, los que lo habitamos somos equivalentes al minotauro.
Si retomamos el inicio del cuento nos recrea dos características del hombre moderno o mejor aún, postmoderno, la locura y la misantropía. Estos dos elementos los vemos reflejados a diario en las noticias del mundo, en el comportamiento de los seres humanos y en la generalizada sensación de desesperanza que invade cada rincón de nuestra civilización.
Así como el inicio de Asterión no da el derrotero de la condición recurrente de los seres humanos, el laberinto nos muestra el universo de lo habitado, y el final del cuento nos muestra lo inmutable, arriba las estrellas y abajo Asterión, las dos únicas cosas que nunca cambian.
Las obsesiones entonces de la obra, pueden ser vistas en cualquier acto humano donde la misantropía reine, en las confusiones que generan nuestras acciones y en la inevitable consecuencia que trae consigo nuestros actos.
Jimmy Efraín Morales Roa (noviembre – 2016)