Wagner y la estética del III Reich

Cuando hablamos de la literatura nacional de un país, de inmediato nos viene a la mente una obra que logre conciliar la identidad de un pueblo, representar los ideales y características que lo diferencien de otros, en sí, que represente el sentir nacional. Para la tradición alemana el cantar épico de los Nibelungos representa desde la literatura ese sentir de identidad nacional, donde se mezclan las historias populares, con las creencias mitológicas, retoma en esencia la identidad del pueblo germano, junto con los ideales comunes que les haga sentir parte de una nación.
La estética de la obra literaria se ve fuertemente influenciada por el escenario dominante de la época, la cristiandad como referente moral, que construye una identidad a partir de las creencias religiosas, trasforma el relato de origen juglar arraigado en las creencias paganas y lo convierte en un referente de la moral cristiana, al pasar de la tradición oral, a la escrita.
Ya el Sacro Imperio Romano Germánico durante el siglo XIII, consolidaba su influencia en el territorio europeo, tanto en lo político, militar, económico y por supuesto cultural, así, la estética del imperio se propago en las diferentes artes, donde el poder papal fuera reconocido; su función es clara, fortalecer el carácter de unidad basada en el cristianismo y defender el territorio de las fuerzas invasoras de oriente, haciendo ver a estas, como elementos extraños tanto en lo cultural, moral, como en el plano de lo físico, el vestir, el color de la piel, la distinción de las razas.
Ya hacia el siglo XIX en pleno auge el romanticismo germánico, Wagner toma el canto épico medieval del cantar de los Nibelungos y gracias al profundo estudio de la mitología y tragedias griegas, así como de una gran empatía y conocimiento de los ancestrales personajes de la mitología eslava y teutona, presentes desde la edad media en la tradición del “I Reich”, consolida un nuevo canto nacionalista, convertido en una tetralogía, cuatro obras, las operas de: El oro del Rin (Das Rheingold), La valquiria (Die Walküre), Sigfrido (Siegfried) y El ocaso de los dioses (Götterdämmerung), forman su obra cumbre, en la queel arte en todas sus manifestaciones evidenciaba la estética del inmortal imperio alemán.
En esta se tiene como ejes principales la trama argumental y el drama escénico en la que interactúan cinco personajes insustituibles en toda la obra: Siegfried, Brünnhilde, Siegmund, Sieglinde y Wotan. En la obra se evidencia una profunda necesidad, el anhelo, por plasmar todo aquéllo que a su juicio, simbolizaban las mayores virtudes y los valores éticos, morales, literarios y musicales de la historia de Alemania.
Siegfried, quien representa el superhombre, debía reunir las mayores cualidades del héroe, debía representar: vigor, virilidad, juventud, absoluto desconocimiento del miedo o del temor y cumplir una importante misión; redimir a la valquiria, Brünnhilde, de su castigo (el “círculo mágico” impuesto por su padre, el dios absoluto Wotan), valiéndose para ello de su valor, determinación y del amor como fuerza capaz de redimirlo todo. Él era el elegido para devolver el anillo robado por el codicioso y malvado nibelungo Alberich, a las ninfas del Rhin, las verdaderas y únicas guardianas del equilibrio reinante en la Naturaleza, entre las diferentes razas existentes y muy en especial las encargadas de preservar de toda codicia a dioses y hombres en su afán por la posesión del anillo mágico.
Por otra parte, al anhelo de Wagner se compone de una compleja interrelación entre diversos géneros artísticos, unidos por la poesía. Se les uniría a la temática nacionalista del siglo XIX, los dioses y la Tragedia griega, con ese espíritu la tierra del Sacro Imperio Romano Germánico, le dio cabida a la concepción pagana germánica del III Reich, con una fuerte presencia del mundo celta y escandinavo: los dioses cantados de la lírica popular del medioevo nórdico en toda una apuesta de trascendencia nacional en el texto lírico-dramatúrgico.
La obra de Wagner le abre paso a una nueva forma de interpretar el sentir nacionalista alemán, en el que el destino parece haber sido marcado por lo dioses, en el que la razón misma del hombre alemán es el de encarnar a un Siegfried, llevando a una inevitable trasformación fascista para lograr encarnar estos nuevos ideales, que en el nuevo sentir alemán se encontraban dormidos; “la conexión entre la política y la poesía se expone en la tentación fascista … se ha demostrado hace ya mucho tiempo que el fascismo es una política estética”(Badiou, 2007, p. 56).La cosmovisión Nazi se hace valor extraestético de la obra de Wagner, pretende traer a una mundo moderno el carácter utópico de la raza y el Volk (pueblo) como las representaciones más altas de los valores, concebidas desde las tradiciones alemanas y nórdicas; suprimiendo o restringiendo las influencias extranjeras a las que consideraban degeneradas manifestaciones culturales formar así una nueva comunidad racial “Volksgemeinschaft” fundada en el nuevo canto nacional alemán, la tetralogía de los Nibelungos.
La nueva estética nazi adoptó el género del realismo clásico. Las artes visuales y otros modos de “alta” cultura utilizaron esta forma para glorificar la comunidad, la familia y la vida rural, y el heroísmo en el campo de batalla. Además intentaron dar ejemplos de “virtudes alemanas” como la laboriosidad, la abnegación y la pureza racial “aria”. En la Alemania nazi, el arte no era “el arte por el arte mismo”, sino que tenía un calculado
trasfondo propagandista: guardaba un marcado contraste con las tendencias del arte moderno en las décadas de 1920 y 1930, que empleaba principios abstractos, expresionistas o surrealistas. En julio de 1937, en la Casa del Arte Alemán en Munich se estrenó una “Gran Exposición de Arte Alemán” que mostraba la inclinación cultural del gusto artístico nacionalsocialista. (United States Holocaust Memorial Museum & Rosenthal Institute for Holocaust Studies, 2013, Chapter xv).
Los ideales estéticos del III Reich, se encuentran inmersos en el ideal nacionalista wagneriano del siglo XIX, la norma estética reconstruye los ideales del superhombre de Nietzsche y son representados fielmente en el personaje de Siegfried, modelo a seguir para el hombre alemán; sin lugar a duda la obra de Wagner no solo fue una inspiración Nazi, avoco a una imitación del sentir nacionalista en todas las esferas de la cultura.
Referencias
Badiou, A., 1937-, Carozzi, Silvana, ed. (2007). Justicia, filosofía y literatura. Santa Fe,
Arg.: Homo Sapiens.
United States Holocaust Memorial Museum, & Rosenthal Institute for Holocaust Studies.
(2013). The geographical encyclopedia of the Holocaust in Hungary. (R. L.
Braham, Ed.). Evanston, Ill: Northwestern University Press.
Por: Jimmy Efraín Morales Roa – 2015