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El eterno círculo de las paradojas

Jimmy Efraín Morales Roa – mayo 2016

Programar una visita a la Feria Internacional del Libro de Bogotá nunca es tarea fácil, los días de compras se pueden dejar al azar, los de las conferencias requieren en muchos casos de la suerte, lo cual al parecer es en extremo contradictorio, sin dejar de tener ese aire paradójico con tintes de extrañeza.
Este año el interés se centró en la conferencia que daría Fernando Vallejo el día sábado veintitrés, el lugar, el auditorio José Asunción Silva, la hora, las tres de la tarde. Quería evidenciar si su discurso seguía siendo el mismo un año después de escucharlo en el panel sobre los diálogos de paz.
Nunca creería que este evento se tradujera en la mayor paradoja literaria que he presenciado. Ya al acercarse el medio día, los medios de comunicación anunciaban que había colapsado la Feria, se habían vendido la totalidad de boletas para esa jornada. Lo cual no me generaría ninguna sorpresa si no anunciaran en ese instante el motivo. La boletería fue vendida con un único propósito, la firma de libros de un autor para mi desconocido y de una profesión no ajena pero si extraña en el contexto de lo literario. Me enfrente entonces ante la paradoja más extraña posible en ese momento, he tenido que ver la conferencia de Fernando Vallejo en YouTube, porque un YouTuber no me permitió verla en la realidad. ¿Acaso podría haber mayor paradoja?
En efecto seguí con toda atención la conferencia de Vallejo, que en esencia es la misma que dio en la Feria del Libro de Guadalajara en el 2013, unida al discurso del 2015 que ya con un año de anterioridad había presenciado, aunque debo reconocer que escucharlo siempre me es grato, ha de ser por sus consagrados temas: la religión, la humanidad y la política; observe que en efecto el auditorio se encontraba lleno, lo que significaría que los asistentes se encontraban en el recinto ferial desde las primeras horas del día.
No me preocupe en su momento y mucho menos ahora, en pensar el porqué un personaje traído del mundo digital crearía tanta sensación hasta el punto de convocar a semejante multitud de seres, de los que no puedo en todo caso tampoco darles más condiciones ni características, ya que desconozco por completo las motivaciones que les llevaron a coincidir en el mismo lugar y tiempo.
Lo que si puedo es lanzar sin mayor temor, es una suerte de teoría que logre conjugar la paradoja que se me presentaba. Más allá de las repetidas quejas que encontré a la siguiente semana por parte de los libreros y otras tantas gentes del mundo allí reunidas, en las que se lamentaban de las tristes ventas conseguidas en aquel infausto sábado, las que por supuesto expresaban con altísimo grado de dolor, al tener que realizar aquellas complejas cuentas del debe y del haber.
Lo primero que me pregunte y de lo cual indagué fue sobre las nuevas narrativas, palabras que resonaban constantemente al preguntar el porqué de la presencia de este personaje del mundo digital en una feria del libro. Estas nuevas narrativas que como la mayoría de las cosas nuevas, de nuevas no tienen nada, porque no necesariamente por enfrentarse a un nuevo medio deben ser recreadas o incluso inventadas para que se le permita semejante adjetivo.
Quizás lo nuevo de estas narrativas es simplemente el medio que se emplean, y por quienes la emplean, ya que solo es nuevo para quien lo desconoce; pero pensar que es nuevo el universo de lo audiovisual e internet es algo que raya en lo absurdo y más al acercarnos al primer cuarto del siglo XXI. No pude entonces dejar de recordar que nos encontramos en un mundo del espectáculo, en una sociedad del espectáculo, y por supuesto recordar una vez más las palabras de Guy Debord al referirse a «ese hombre despreciable que es el espectador» cuya única «función es hacer olvidar la historia mediante la cultura».
Pero lo que realmente llamo mi atención de este suceso es la nueva paradoja que se desarrollaba ante mis ojos. Los creadores de estas nuevas narrativas inmersas en el mundo de lo digital, del universo de lo hiperconectado, estaban requiriendo regresar a la fuente elemental, como si se tratase de un reconocimiento de la esencia misma de la vida, las nuevas narrativas estaban regresando al universo tangible del libro. ¿Qué necesidad tendrían entonces estos nuevos entornos de la obra, del texto audiovisual, para regresar al origen, que es el libro? ¿Acaso regresaban como el hijo pródigo a buscar el perdón y la aceptación de su padre? O en el caso que me resultaba más fascinante ¿Necesitaba acaso del libro para validarse como narrativa? Cualquiera de las posibilidades es infinitamente interesante, porque de forma inmediata responde al interrogante formulado por muchos sobre el destino y posible desaparición del libro como lo conocemos.
Sin duda en todos los universos que conocemos en los que la obra transita, existen ejemplares maravillosos e inmortales, como también los hay del mayor desastre que incluso llega a estar por debajo de lo considerado como basura. Pero no por ello deja de pertenecer al mismo universo, como tampoco deja de pertenecer al la biblioteca infinita de Babel, el libro compuesto en su totalidad por una sola letra. O por todas las letras sin orden ni sentido.
Posiblemente estas denominadas nuevas narrativas requerían de complejos campos semánticos para existir, o para coexistir en un mundo que cada día mezcla con mayor naturalidad toda forma de lenguaje, o sin ir más lejos pensar en las nuevas sagas, que también abundan en colecciones cada día más creciente de libros, hasta el punto de tener asignadas áreas definidas en las librerías y los pabellones feriales, sagas que transitan de forma natural desde el libro hacia el universo del cine.
Sin duda los medios de comunicación en el último siglo han logrado moldear nuestra sociedad de manera nunca antes vista, la forma en que nos comunicamos es una de las tantas variables, que rodea el universo de la modernidad, se requiere de la construcción de una teoría específica de los medios; en la Modernidad las revoluciones de los medios de comunicación están regidas por el consumo, aunque este sólo es una forma de entender los medios en términos de lo moderno. McLuhan interpreta una relación diferente para redimensionar la comunicación en la Modernidad, para él, el medio ha cambiado, se ha transformado en un híbrido capaz de autocontenerse, ahora el medio es el mensaje: “«the medium is the message», imagino entonces la compleja respuesta que McLuhan tendría que dar, al observar como nuestra paradoja se desarrolla, enfrentarse a un producto cultural del universo audiovisual que al parecer es incapaz de contenerse y que debe refugiarse en el libro para materializar su mensaje.


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